domingo, 22 de diciembre de 2019

NAVIDAD CON ALZHEIMER




Carmen miró de nuevo el cartón lleno de números en el que había algunas fichas desparramadas, había vuelto a perder el hilo mientras aquel cuidador tan estirado no dejaba de gritar un número detrás de otro.
-El cinco, cinco. El doce, uno dos…
 Miró a su alrededor y comprobó que no era la única que había perdido el interés en el juego, no tenía claro si era el segundo o tercer bingo de la tarde, en cualquier caso, ya no le interesaba a casi nadie, salvo a aquel viejo tan competitivo de pelo largo, no recordaba su nombre pero le pegaba llamarse Salvador, o Evaristo, algo por el estilo.
Algo más tarde, mientras veía la televisión en el salón común, se le acercó aquella cuidadora tan encantadora que tenía esos ojazos tan impresionantes. No se lo había dicho nunca, pero era la mejor de toda la residencia, la más cariñosa y atenta, la única que parecía prestarle algo de atención cuando hablaba de sus cosas, sabía escuchar y lo hacía con esa sonrisa tan simpática, además le llamaba abuela, pero no de forma despectiva sino con mucha ternura, el resto de cuidadores les llamaban por sus nombres y resultaba tan impersonal, tan frío. Bueno, luego estaba aquella subdirectora que les llamaba a todos “cielo” o “cariño”, pero sonaba artificial, como si en verdad no recordara sus nombres.
La cuidadora de los ojos bonitos le dijo que le iba a dar un paseo, a priori a Carmen no le apetecía mucho, fuera hacía aire y frío, pero se dejó hacer, sobre todo cuando la subió a un coche, de ella se fiaba, con Marta todo era agradable siempre.
-¿Dónde me llevas, hija? -Le preguntó ya en el coche.
-No va a pasar la nochebuena en la residencia, la llevo a un sitio mejor.
-Anda, ¿qué hoy es nochebuena?, hija no sé ni en que día vivo, creía que estábamos en los santos todavía.
Marta rio y le estrechó la mano, Carmen sintió el calor sobre sus dedos, estaba tan desacostumbrada a las muestras de cariño que sintió un escalofrío.
-Eres tan buena conmigo.
Marta sonrió con algo de amargura.
Tras varios minutos de trayecto llegaron a un pueblo, a pesar de la oscuridad de la noche Carmen creyó reconocer la iglesia que los recibió radiante a la entrada de la villa. No sabía ubicarla con certeza, pero estaba casi convencida de que la conocía, pero estaba tan acostumbrada a meter la pata que no dijo nada, se lo guardó para sus adentros, ya no tenía la cabeza como antaño, se le olvidaban las cosas y otras directamente las mezclaba.
Un par de calles a la derecha y otro giro a la izquierda y la cuidadora aparcó el coche junto a la puerta de una casa con muros de piedra.
-Qué casa tan bonita -reconoció Carmen nada más bajarse del coche.
-Vayamos adentro que hace mucho frío.
Tras recorrer unos pocos metros de un pequeño jardín entraron en la casa, Marta le volvió a coger de la mano lo que le tranquilizó algo a Carmen que se sentía algo nerviosa.
-¿Dónde me traes, hija? ¿No será ésta tu familia, qué van a pensar de ti que traes a una vieja a su cena de nochebuena?
Marta sonrió y le besó en la mejilla.
 El olor de la chimenea embriagó a Carmen, casi de inmediato dejó de sentirse como una extraña, todo allí le era familiar, no sabía explicar por qué, pero se sintió como en casa.
Fue como realizar un largo viaje sin mover los pies del suelo, un viaje en el tiempo que no en el espacio.


El olor del asado inundaba el salón comedor de su casa, triunfante sujetaba la fuente con ambas manos y la depositó sobre la mesa que presidía la estancia.
Juan, su marido, le pidió que se sentara la mesa que ya era hora de que ella también cenara como los demás. Solo ella sabía que disfrutaba más con todos aquellos preparativos para que todo estuviera perfecto para su familia que con el hecho de cenar, ella no tenía hambre, el auténtico placer de noches como aquella era tenerles a todos allí, escucharles hablar y reír, sus voces quedarían impregnadas para siempre en las paredes y le reconfortaría cuando llegaran tiempos peores, épocas de enfermedades incurables y frías soledades.
Se sentó y miró a todos y cada uno de sus tres hijos, Juan el mayor, Carlos el mediano y la pequeña María que tan traviesa fue siempre y que ahora con los veinte ya cumplidos era toda una mujercita.
También estaba Lola, la mujer de Juan, un encanto de chica y por supuesto su Juan, su marido, su compañero, su vida, por aquel entonces aún no sabían lo del maldito cáncer, de haberlo sabido le habría prohibido fumar, le habría quitado todo el tabaco y lo habría quemado en la chimenea.
Precisamente cerca de la chimenea jugaba su primera nieta, apenas tres añitos, no pudo evitar levantarse y acercarse a ella.
-Hola abuelita -le dijo con su preciosa sonrisa.
-¿Qué haces pequeña?
-Jugar, ¿quieres jugar conmigo?
-Claro, cielo -respondió la abuela al tiempo que pensaba que la niña había heredado los ojazos de su abuelo-. ¿A qué quieres que juguemos, Marta?
La niña se limitó a cogerle de la mano y a sonreírle.
-Te quiero abuelita.


viernes, 15 de noviembre de 2019

FUERA LLUEVE

Fuera llueve

dentro café.

La lluvia resbala

por las mejillas

del cristal.

Los dolores de cabeza

están dentro

no fuera.

El café

no lo cura todo,

la lluvia tampoco.


viernes, 25 de octubre de 2019

Tenemos futuro?

Agus entró en casa, refugio del frío exterior, acababa de limpiar el gallinero y de dar de
comer a las gallinas.
Añadió un leño a la chimenea para que la casa no perdiera calor y echó un ojo a las
lentejas, para su satisfacción estaban ya en su punto, solo les quedaba reposar uno
minutos y quedarían perfectas.
Miró el reloj de la cocina para asegurarse de que aun le quedaban unos minutos de
tregua antes de ir a recoger a las niñas a la escuela.
La tregua consistiría en sentarse en la mesa de la cocina junto al fuego aun caliente y
terminar de remendar los pantalones de su marido. Mientras lo hacía, el gélido viento
soriano golpeaba sin pudor las ventanas de madera y Agus suspiraba por él, temiendo el
frío que estaría pasando en el monte recogiendo miera, le conocía de sobra y sabía que
ni siquiera para comer se refugiaría en algún chozo.
Con el pantalón listo se levantó, revisó la chimenea y salió de la casa en busca de las
niñas, cerró la cancela y se encaminó cuesta arriba.
Se cubrió la cabeza para evitar el aire frío en las orejas, una tía suya murió de un
enfriamiento, le extrañó no encontrarse en la esquina con la Eulalia, quizás se hubiera
adelantado, siempre había sido un poco prisas, tenía que llegar la primera a todo, de lo
contrario se agobiaba la buena mujer.
Como hacía cada día atravesó por detrás de la casa de la Funes, evitando pasar por la
plaza, ya lo haría de vuelta de la escuela por la tienda de la Reme para comprar el pan,
si lo hacía antes la entretendría y llegaría tarde para recoger a las niñas.
Al girar en la calle de la escuela le sorprendió el silencio, a esa hora ya se escuchaba la
algarabía de los escolares, por el contrario, el silencio era total, no le tranquilizó no ver
a nadie en la puerta de la escuela, no es que no estuviera la cagaprisas de la Eulalia, es
que no esperaba nadie. Temió haberse equivocado de hora, o llegaba muy pronto o muy
tarde.
Se detuvo frente a la puerta y se quedó petrificada, era la escuela del pueblo, pero no
era. Estaba mucho más vieja que aquella misma mañana, aparentaba estar abandonada,
los hierbajos crecían por todo el muro, la cancela estaba vieja y oxidada, se asomó para
ver a través de ella, el edificio de ladrillo estaba aun peor, los pocos cristales que
sobrevivían estaban rotos, un par de persianas palidecían descolgadas y con agujeros en
los que cabían dos dedos. El cartel de “Escuela” luchaba contra el tiempo sin esperanza
y con las letras casi borradas por completo.
Agus notó que le temblaban las piernas y tuvo que agarrarse a la puerta para no caerse
de bruces, sintió que le faltaba el aliento, miró en derredor para descubrir que todo había
cambiado, era otro lugar, otro pueblo.
Trató de calmarse, no era otro, era su pueblo, pero cambiado, las casas y las calles
seguían en su sitio, pero al mismo tiempo todo era distinto.
Y estaba ese silencio ensordecedor, solo roto por las bocanadas del viento helado.

Con el corazón latiendo descontrolado trató de rehacerse y volver sobre sus propios
pasos, ahora sí pasaría por la plaza, confiaba en que al menos la Funes estuviera en su
tienda que también hacía las veces de bar.
Nada más llegar a la plaza la campana del reloj de la iglesia anunció que eran la dos de
la tarde, al menos la iglesia seguía en su sitio dando las horas, sintió algo de alivio por
ello.
Se detuvo a unos pasos de la tienda de la Funes, también estaba cerrada, sobre las
ventanas selladas habían aparecido unas rejas metálicas, lo carteles de “Tienda” y Bar”
habían desaparecido por completo, tan solo quedaban en la piedra los agujeros que los
anclajes habían dejado.
A unos cincuenta metros estaba ubicado el edificio del ayuntamiento regido por Don
Carlos, pero desde allí Agus observó que, aunque el letrero permanecía, el edificio
aparentaba también estar abandonado y cerrado.
Agus no era una mujer que acostumbrara a tener miedo, había criado a sus cinco hijas
con la única ayuda del espíritu santo y es que los hombres ya se sabe que trabajan todo
el día en el campo y cuando vuelven están muy cansados.
Cuando su madre cayó enferma cuidó de ella hasta que el Señor se la llevó con él sin
quejarse ni una sola vez.
Ella le enseñó que no hay que tener miedo a nada, ni siquiera a la muerte, porque
cuando ésta llega debes tener la conciencia limpia y las manos cansadas. Y de las
enfermedades lo mismo, hoy duelen los huesos y mañana también, no es excusa ni
temor, mientras el sol siga saliendo por el Este hay que seguir con la lucha diaria.
Sin embargo, aquello era distinto, tenía el estómago encogido, las manos temblorosas y
un sudor frío le recorría la nuca.
Recorrió el pueblo de arriba abajo en busca de alguien, pero no vio a nadie, las casas
estaban allí como lo habían estado esa misma mañana, pero era como si les hubiera
caído un barniz de un siglo encima, todo estaba viejo y abandonado.
Ni siquiera don Gregorio, el médico, estaba en su casa. Desesperada regresó a la suya,
incluso ésta le pareció más envejecida, se dirigió a la parte trasera donde tenía el
gallinero y allí seguía, pero sin rastro de vida, ¿dónde estaban las gallinas que ella
misma había alimentado un par de horas antes?
Ya en el interior de su casa al menos las lentejas permanecían donde ella las había
dejado, aguardaban a sus hijas que no estaban, habían desaparecido junto con el resto
del pueblo y quien sabe si del mundo entero, tal vez ella era la última superviviente del
planeta.
Pensó en coger algo de dinero e ir a llamar por teléfono a la Guardia Civil, pero recordó
que el único teléfono del pueblo estaba en el ahora destartalado bar.
Mareada y aturdida se echó sobre su cama, con suerte no se trataría más que de una
pesadilla y se despertaría de nuevo en su casa con sus hijas, su marido y su vida tal y
como la había dejado esa misma mañana.

Apenas se quedó traspuesta unos minutos, sin embargo, se despertó con la boca seca
como si hubiera dormido una larga y áspera siesta, por eso no le gustaba echárselas, no
le sentaban bien, al contrario que su marido que los domingos dormía de la comida a la
cena.
Le costó incorporarse de la cama, le dolía la espalda y las piernas las sentía pesadas y
torpes, se dirigió a la cocina con la intención de prepararse un café, un buen café
siempre viene bien.
Al entrar en la cocina se encontró con su hija Clara, aunque no “era” ella exactamente.
La muchacha estaba pintando un cuadro de la cocina de leña, era Clara, pero unos años
más mayor, en lugar de doce años tendría por lo menos veinte, y su cara no era la
misma, había rasgos que no eran de ella, y estaba el pelo, Clara siempre lo llevaba largo
y recogido y ahora lucía una media melena extraña.
Se quedó quieta observándola desde el quicio de la puerta, la joven se giró hacia ella y
le ofreció una enternecedora sonrisa.
-Te has echado una siesta -le informó como si ella no lo fuera a saber.
-¿Qué haces?
-Estoy pintando esta vieja cocina.
-Tampoco es tan vieja -gruñó.
Agus no sabía si prepararse el café como si nada o preguntarle a Clara qué estaba
pasando. Finalmente se acercó hasta la cafetera y comenzó a preparar café, dudó si
hacer solo para ella, al fin y al cabo, aquella Clara ya no era una niña.
-¿Quieres café? -Preguntó al fin.
-No, gracias. Preferiría comer antes estas magníficas lentejas que has preparado, ¿tú has
comido ya?
-No, os estaba esperando.
-¿A quiénes? -Preguntó la joven.
Agus creyó percibir que la preguntaba estaba realizada con segundas intenciones,
aunque no tenía claras cuáles podían ser, así que prefirió hacerse la tonta.
-Vete a saber, en esta casa nunca se sabe.
-Preparo la mesa -añadió Clara.
Agus la dejó hacer sin dejar de preparar el café observando de soslayo para cuántos
preparaba la mesa, con pena comprobó que solo lo hizo para ellas.
Se sentaron a la mesa y Agus sirvió las lentejas.
Comieron en armonía, Agus trataba de disimular su inquietud y la joven no parecía
sorprendida por su extrañeza, en cualquier caso, siempre le devolvía una amplia sonrisa
y sus ojos desprendían una ternura que parecía infinita.

Al terminar, Clara recogió la mesa momento que Agus aprovechó para salir de la casa y
comprobar si las gallinas habían vuelto, pero no, el gallinero seguía silencioso y vacío.
Al regresar a la cocina Clara la esperaba sentada a la mesa detrás de un humeante café.
-¿Estás bien, abuela? -Le preguntó.
-No soy tu abuela, soy tu madre.
Clara volvió a sonreír con cariño, y extendió su mano sobre la mesa para agarrar con
firmeza la de Agus.
-No soy Clara -dijo como si hubiera repetido aquella explicación un millón de veces,
pero como si no le importara volver a repetirla otro millón más de veces-, soy Raquel, la
hija de Clara, así que soy tu nieta.
La mirada de Agus buscó la ventana en busca de unas respuestas que sabía que estaban
dentro de su cabeza pero que no era capaz de encontrar.
-Ahora vivimos aquí tú y yo, podemos decir que nos cuidamos mutuamente -añadió
Raquel sin dejar de sonreír a su abuela.
-¿Dónde están todos?
-El abuelo se fue ya hace unos años, pero fuisteis muy felices hasta el final. Se fue en
paz y sin sufrir. Tus tres hijas viven en Madrid, las tres están bien, casadas y tienes en
total cinco nietos, yo soy una de ellos. Vienen a verte casi todos los fines de semana y
preparas comilonas que suelen sobrar y se llevan en táper para el resto de la semana.
-Y el resto del pueblo, está vacío, lo he visto.
-Bueno, casi vacío, quedáis cinco vecinos, y desde hace casi un año estoy yo también.
Además, desde hace unos meses están volviendo a recolectar la resina, por el momento
lo están haciendo con gente de los pueblos cercanos, pero si la cosa va para delante
puede que empiecen a llegar personas de fuera como resineros, ya hay planes para
rehabilitar algunas casas.
Sin tocar el café, Agus se levantó y se dirigió a la puerta de la casa, desde allí miró a su
alrededor tratando de entender.
Su nieta se colocó junto a ella y le volvió a coger de la mano, sabía lo importante que es
el contacto físico en la enfermedad de su abuelita.
-¿Y tú qué haces aquí?
-Huir de la ciudad, de las prisas, el agobio, las hipotecas, los amores de quita y pon y las
amistades superfluas. Intento ganarme la vida pintando, no es fácil pero ya he vendido
algunos, pinto detalles rústicos que parece que vuelven a estar de moda.
-Y así no estoy sola.
-Y así no estoy yo sola -repitió Raquel.
-¿Crees que tengo futuro?

Pues claro que tienes futuro, tú y yo, y el pueblo y aquellos montes. Por aquí
anduvieron El Cid, los Machado y Bécquer entre otros, no solo hay futuro, es que hay
un presente maravilloso que debemos aprovechar cada día.
Una ráfaga de viento frío salió al paso desde lo alto de la calle, y recorrió toda y cada
una de las viejas construcciones hasta pasar por delante de la casa en la que vivían Agus
y Raquel que seguían cogidas de la mano.

miércoles, 7 de agosto de 2019

AÑORANZA DE OTOÑO

Harto estoy de mosquitos

y de noches de calores

ya no quiero más chopitos

ni escuchar los pajaritos

pero en Otoño, no los añores.

jueves, 18 de julio de 2019

HE VUELTO A SOÑAR CONTIGO



He vuelto a soñar contigo.

El recuerdo de tus ojos

lo trae la noche

y se lo lleva el viento.

Tus besos fueron tan sinceros

como caducos.

Tus caricias tan eternas

como tu amor imperecedero.

Tu recuerdo perdurará siglos

y aunque no te vuelva a ver

jamás te olvidaré.

miércoles, 10 de julio de 2019

DE MADRID AL CIELO PASANDO POR EL INFIERNO

De Madrid al cielo pasando por el infierno

No es cosa de cobardes ni de valientes,

si no de enajenados.

Un grito desesperado en el silencio de las zancadas.

No hay carga de glucógeno que aliente el desaliento.

Cibeles y Neptuno sonríen  desde la quietud.

Futuro de escaleras imposibles y noches de calambres.

Detrás de los keniatas van los esclavos hambrientos.

Marea de muertos vivientes colgando del muro eterno.

Las fascias protestan en cada paso y la espalda tiesa te atraviesa.

Soldados agonizantes sin capitán ni general.

Duelo y hedor,

herramientas flácidas de obreros sin resuello.

No busques atrás lo desandado,

mira el futuro de dolor y gloria.

Agua desparramada junto a coros de ánimo,

sombras de una batalla enajenada.

A la sombra de las Meninas la gloria cuelga del cuello.

De Madrid al cielo, pasando por el infierno.

viernes, 28 de junio de 2019

VEGAN WORLD

PRIMER PREMIO CONCURSO RELATO CORTO DE FANTASÍA NAVALAGAMELLA 2019




VEGAN WORLD

Otra vez su padre regañó a Gustavo por pillarlo jugando con 112.
Se lo habían dicho mil veces, 112 no puede ser su amigo, ni su mascota, pero nada, él no hacía caso, su madre intentaba justificarlo, al fin y al cabo, solo tiene seis años, pero su padre se muestra inflexible, si quiere una mascota tendrá que ser un animal, y si lo que quiere es un amigo que sea un compañero de la escuela.
Pero Gustavo no quiere un animal como mascota, ya hay muchos animales sueltos por la calle y algunos le dan miedo, como los jabalíes o los zorros.
Su hermano mayor le ha dicho que antes se podía cazar a los animales y que incluso muchos se comían. A él lo de comerse a los animalitos le da un poco de cosa, en la escuela les han enseñado que todos los animales son seres conscientes, incluso esas moscas pesadas que dan ganas de aplastarlas con las zapatillas, pero no se puede hacer eso, te podrían meter en la cárcel si lo haces.
A él le parece bien respetar a los animales, pero piensa que hay muchos, demasiados y que deberían estar fuera de las ciudades. Pero en la escuela les han dicho que los humanos han arrasado sus hábitats naturales por eso ahora deambulan por las ciudades, aunque Gustavo piensa que si andan por la ciudad es porque comen los restos de comida de las basuras, que están más ricas que cualquier cosa que puedan comer en el campo.
En una ocasión su abuelo le dijo que él había comido animales, que estaban buenísimos, sobre todo el cerdo y las vacas. Y hasta que había bebido leche de vaca. Gustavo casi vomita del asco, de hecho, ni siquiera imaginaba que hubiera leche de animal en vez de soja o almendras.
Pero lo que peor llevaba de todo era que no le dejaran jugar con 112 que al fin y al cabo es un niño como él, sin embargo, sus padres dicen que no es un niño, que no es más que un clon creado para ser alimento y que por tanto no tiene derecho alguno, solo es comida.
Y mientras, su abuelo se niega a comer carne, él sigue diciendo que preferiría comer animales antes que a otro ser humano por mucho que sea un clon creado en un laboratorio.
Mañana volverá a intentar colarse dónde vive 112 con sus padres y hermanos para jugar con él, aunque quizás esté triste ya que su madre le ha dicho que hoy se van a cenar a uno de sus hermanos.











viernes, 14 de junio de 2019

PRESENTACIÓN DE MIS RECUERDOS VIVEN EN TU MIRADA


Su primer libro en más de dos años cuando usted es un autor prolífico, ¿qué ha pasado en este tiempo?
No ha sido falta de inspiración, las ideas estaban ahí, brotan sin cesar por fortuna, en este tiempo he comenzado a escribir varias cosas, pero me faltaban fuerzas para terminarlos ya hí están, inacabados.
Hasta que me encontré con esta historia que volvió a ilusionarme y a sacar esa fuerza que se necesita para escribir.

Su anterior novela, Los últimos amaneceres, era muy pesimista, ésta sin embargo es muy optimista, ¿cómo se produce ese cambio?
Son momentos por los que uno pasa por su vida y que se reflejan a la hora de escribir, en aquel momento estaba ante el final de una época, ahora estoy en el comienzo de otra, en medio el desierto.

Esta novela es una historia de amor, pero no solo de pareja, sino de hermanos.
Y de amistad, es más bien una reflexión sobre el amor en la vida, una especie de grito para que seamos conscientes de que debemos valorar lo que tenemos, los días pasan ante nosotros y no los valoramos porque creemos que el tiempo es eterno y sin embargo no es así, le ocurre al protagonista y a su hermano, de repente se han hecho viejos, el tiempo se les ha pasado y es momento de recuperar todo lo que han perdido.

Usted persiste en ser un escritor independiente, ¿no le interesan las editoriales?
No mucho. Las veces que me ofrecen algo son tan acaparadoras que no me interesan, tengo la suerte de escribir lo que quiero y cuando quiero, por fortuna tengo unos lectores fieles a los que parece que les gusta lo que escribo y ellos me han encontrado sin necesidad de ninguna editorial, si publicara con ellos para leerme tendrían que pagar más de lo que hacen ahora y quizás me odiaran por ello.

¿Va a volver a publicar varias veces al año o va a tardar otro par de años?
Eso nunca se sabe, ahora mismo acabo de terminar esta novela y voy a descansar un poco, además llega el verano y con calor me cuesta más escribir, ya se verá.

Su libro más famoso es Extinción; zona zero zombie, en internet es habitual que le soliciten secuelas, ¿se las ha planteado?
Siempre digo lo mismo, por el momento no me ha surgido recuperar aquella historia, aunque puede que algún día sí ocurra. Esa es la diferencia de tener un contrato con una editorial, casi seguro que ya me habrían obligado a escribir varias secuelas, si surge algún día prefiero que sea de forma natural.

miércoles, 5 de junio de 2019

LAS ABUELAS NO SE VAN NUNCA


Están ahí cuando haces una tortilla

pero no te queda igual.

Y cuando comes una que está...

casi, casi, pero no.

Cuando sueltas esa expresión

que solo usaba ella.

Cuando paseas por el pueblo y

crees que va a aparecer en la esquina.

Cuando escuchas su acento por

la calle y sonríes para ti.

El día que estás enfermo está

porque necesitas que esté.

Y el día que logras algo grande

está, porque sientes su orgullo.

Y en los ojos de tu madre está

aunque no siempre quieres que así sea.

Y cuando lloras, porque sabes que en

el sabor de tus lágrimas, están las de ella.


martes, 28 de mayo de 2019

NAVALAGAMELLA


Vigilas Madrid desde

tu balcón de encinas.

Con molinos al frente

rumor de aulencias.


Cruce de cañadas

con peñas y pasaderos

noches de nanas

y buhos sin vuelo.


Protegen los fortines

a la mayor de las estrellas

como San Miguel

a la Gamella.

viernes, 12 de abril de 2019

CANDIDATOS DE OUTLET

La democracia es una mal sistema de gobierno, ya lo decía Platón, es lo más cercano a la demagogia.

En la democracia ganan los que mejor saben mentir y manosear a las masas que por lo general son los que peor saben gestionar y trabajar..

Aún así en las democracias mundiales hay alguna excepción más que digna, no así en España en la que han sido elegidos minidictadorzuelos de tres al cuarto, bobos pseudo pacifistas y funcionarios de moqueta con ínfulas de poder.

Acaba de empezar la campaña electoral más reñida de la historia, dicen. A priori parece obvio cuando hay casi media docena de partidos a nivel nacional con opciones de colocar estómagos en el parlamento, así es imposible que nadie pueda obtener una mayoría suficiente como para gobernar o desgobernar a gusto.

Pero nadie parece querer reconocer en público el bajísimo nivel de los cinco candidatos.

Por el PSOE el tipo que ejerce de presidente desde hace unos meses, que ha llegado ahí a base de navajazos internos y externos y que ha hecho todo lo que criticaba de los anteriores, aparte de viajar como un nuevo rico a costa del dinerito de los demás y decir lo que todos queremos escuchar y hacer lo que cualquier parásito, o sea nada.

Por el PP tenemos al típico provechado que saca máster sin ir a clase porque es un señorito, el típico que te levanta la novia porque su papá le ha comprado un coche nuevo y que en la empresa privada sería un pelota insoportable. Ha llegado ahí porque se metió en medio de una guerra civil y arañó de un lado y otro, no nos consta que haya gestionado nada ni experiencia ninguna, salvo en una democracia como la nuestra no sería más que un don nadie muerto de hambre.

En el invento ése llamado Ciudadanos está el tal Rivera, otro del mismo nivel. ¿Qué ha hecho este  señor para pretender ser presidente del gobierno? Nada, criticar a los presidentes anteriores y pactar con unos y otros para pillar pelo. Un botarate sin escrúpulos deseoso de tener algo de poder y creerse importante.

Luego está Podemos con Iglesias, nos engañó a muchos con su discurso anti todo y al final nos ha decepcionado como todos hacen siempre. Otro que está ahí para medrar y pillar, además está más fuera que dentro, a poco que su resultado sea tan malo como se pronostica se retirará a vivir de las tertulias y dejará a la parienta al mando.

Y el nuevo es VOX con Abascal, que nada más empezar se ha ido a Covadonga a hacer el imbécil. Tiene más pinta de portero de discoteca que de político y aparte de decir lo que muchos quieren oír no se le conoce más mérito que haber sido objetivo de ETA e ir siempre armado.

Pues con este panorama deben los españoles ir a votar tapándose la nariz para no oler la basura que se esconde en cada papeleta, salga lo que salga será malo, y con los pactos será peor y en breve dirán que hay que volver a votar como si las elecciones solucionaran algo, cuando es al revés, pero claro eso no lo dirán nunca.



miércoles, 20 de febrero de 2019

COMO UNA PAELLA FRENTE AL MAR

Eres el calor de un fuego eterno
en una gélida tarde de invierno.
El café del domingo por la mañana
y el abrazo sordo en la madrugada.
Tus besos son la paella frente al mar
y el vaso de agua después de amar.
Tu mirada es un regalo de los dioses
y mi alma cruje cuando toses.
Tu voz es un eco imposible en la noche
y la compañía perfecta para viajar en coche.
Que me faltes mañana es mi temor,
                                                         porque sin ti no soy yo, mi amor.

lunes, 11 de febrero de 2019

DEJEMOS EN PAZ EL HUMOR

Para cerrar la pasada ceremonia de los Goya, Buenafuente lanzó un último mensaje; "dejemos en paz al humor, es de las pocas cosas que nos unen".

Y cuánta razón, no por lo de que une que no lo sé, sino porque deberíamos dejar el humor en paz.
Entiendo que haya gente que se ofenda porque un humorista, o quien sea, se suene los mocos con una bandera, al fin y al cabo las banderas son símbolos, personalmente me parece de mal gusto, imaginen que lo hubiera hecho con la bandera de un club de fútbol...

Pero eso no justifica que se linche digitalmente a quien lo hace. Ni que se le desee la muerte ni que se le insulte a la entrada de un teatro.

Y esas cosas pasan no porque alguien en su sofá se ofenda por el hecho en sí, sino porque otros manipulan ese hecho hasta la saciedad, nos inundan con mensajes de odio hasta que consiguen que ese ofendido del sofá se levante y vaya a insultar al culpable a la salida del teatro.

Por tanto habría que preguntarse quiénes son esos que manipulan hechos así para movilizar el odio de los ciudadanos acomodados en sus sofás.

Desde luego son los mismos que no intentan movilizar a nadie en contra de la corrupción política, ni mueven un dedo por salvaguardar la educación o la sanidad públicas.

Se tratan pues de sombras siniestras que calientan para mal al personal en contra del humorista de turno, como en su día lo hicieron contra la última película de Trueba por el gravísimo delito de no sentirse español.

Tienen entonces la virtud de disparar contra el artista, la cultura en otro sentido, tal vez porque ésta pretende ser libre y en ocasiones pretenda hacer pensar al personal cuando es mucho mejor que permanezcan idiotizados ante el televisor.

Son herederos de los que ordenaron disparar a Lorca, aunque no nos engañemos, están a la derecha y a la izquierda de las fosas comunes, al norte y al sur del Ebro. Están por todas partes y sobre todo en las RRSS se esconden detrás de seudónimos y fotografías simpáticas, el lobo disfrazado de corderito.

Así que sean de dónde sean y cojeen del pie que cojeen no se dejen apartar de la cultura, vayan al cine, lean, escuchen música y descubran el teatro. No tienen que estar de acuerdo con el artista, pueden incluso odiarle, pero permítanle expresarse, de lo contrario volverá la censura, volveremos a no poder leer determinados libros y nos cortarán o censurarán películas.

En nuestras manos está.

Y dejemos en paz al humor, si no nos hace gracia no lo vean o no lo compren, al final el público tiene la última palabra salvo que renunciemos a ella en favor del censor.