PRÓLOGO
En la tarde de hoy he realizado
esa tarea convertida en maravillosa rutina con el paso de los años. En esta
ocasión lo subrayaban dos pequeñas pero emocionantes diferencias. Por primera
vez me acompañaba el pequeño Sergio, además el abono de este año encarna los
diez años del Geta en primera. Quién me lo iba a decir, quién nos lo iba a
decir, Papá.
Como tantas otras tardes recogí
a Sergio a la salida del colegio, él conocía de antemano el plan para la tarde,
de hecho me lo había pedido días atrás. Se ve que a él le aflige ya casi tanto
como a mí el parón de fútbol durante el verano, sólo mitigado en parte por este
acontecimiento de acudir al Coliseum a renovar los votos.
He de reconocer que el hecho
de que deseara acompañarme me ilusionó y me acongojó casi por igual. Bien sabe
todo aquel que me conoce que no me tengo por una persona supersticiosa, salvo
en un apartado de la vida, en el azulón. Así que si llevo los últimos años
yendo a renovar los dos carnés de socio yo sólo y ha dado buena suerte, no
encuentro motivo alguno para cambiar la rutina. Me da igual que se puedan
renovar cómodamente domiciliando la cuota, hay que venir en persona. El hecho
de que en esta ocasión me acompañe Sergio, le añade más emoción a un acto ya sobradamente
simbólico para mí, pero a la vez le carga con un factor desconocido en el
devenir de la temporada.
Ha sido una tarde de finales
de Junio no excesivamente calurosa. El Coliseum descansaba al tiempo que se preparaba para la próxima
temporada. Su labor no es baladí, cada quince días acoge los sufrimientos,
pasiones, desengaños, frustraciones y alegrías de la afición que le rinde
pleitesía. Eso entre todo tipo de comentarios despectivos que acoge por nuestra
parte, que si es un estadio frío, incómodo, de difícil acceso, etc. Sin embargo,
hasta allí vamos, algunos andando, otros en metro, en mí caso en coche ya que
por las distancia y las imposibles combinaciones de transporte público, no nos
queda más remedio. Es nuestra casa, nuestro hogar. Allí nos reunimos con
nuestra “familia”, amigos, conocidos e incluso con algunos enemigos, allí
reímos, gritamos y hasta lloramos, de alegría o de pena, depende de las
circunstancias. Pero es nuestra casa, incluso algo más, se trata de nuestro
templo.
Para mí sorpresa nos encontramos
con una pequeña cola, nos habrá llevado unos veinte minutos realizar la
renovación. Ahí es cuando por primera vez vemos el nuevo abono correspondiente a
esta temporada, la primera ocasión que lo tocamos. Como hago cada año, una vez
que dispongo de los dos abonos anuales me asomo al interior del estadio. Me
gusta verle y sentirle así, tranquilo, en sosiego, expectante. Prácticamente es
la única vez al año que lo disfruto así, sin tensión, sin nervios. O siquiera
con menos que el resto de las veces que acudo allí para presenciar un partido.
Porque para cuando renuevo el abono ya tengo en el estómago esas mariposas que
no son de enamorado, sino de sufridor, y es que nos guste o no, en ese instante
tenemos cero puntos acumulados en el casillero de la clasificación, y no me
sirve de consuelo que los demás también, lo único que me preocupa es que
nosotros seamos capaces de alcanzar los cuarenta y dos puntos que nos permitan
mantener un año más la categoría, cómo lo consigan los demás no es mi asunto ni
mi desvelo, salvo las dos veces que nos enfrentemos a cada uno de ellos en la
liga.
Y es que suena fácil alcanzar los cuarenta y dos puntos, pero en
la práctica no es tan sencillo, tienes que ganar trece partidos, que se dice sencillo,
o en su defecto por cada partido que no ganes debes conseguir empatar tres
veces. Insisto, no es tan fácil, cada año hay tres equipos que no lo logran,
aunque sólo sea por estadística en algún momento nos tocará ser uno de esos.
Además este año es especial, como
ya he dicho se celebran los diez años del ascenso, es la décima temporada en la
élite. Y qué poco me gustan este tipo de celebraciones, qué poco amigo soy de
festejar nada por anticipado.
Mientras permanecemos en
silencio Sergio y yo contemplando el interior del estadio, me vienen a la mente
otros momentos, muchos son los que ya he vivido en él, pero en concreto uno muy
similar a éste, en este mismo lugar del estadio, esa pequeña parcela a la que
se accede desde el hall principal en
las entrañas del Coliseum, ese día en que tú te desplazabas sentado en una
silla de ruedas que yo empujaba.
Con ese recuerdo jugueteando
en mis entrañas miré a Sergio, él observaba también el Coliseum, él cumplirá
diez años el próximo verano, por lo que pertenece a esa generación inaudita que
sólo ha conocido al Getafe en primera división, ésa que mira con recelo las no
tan viejas fotografías de cuando el equipo jugaba sus partidos en campos de
tierra o en el vetusto estadio municipal de Las Margaritas.
Hay tantas cosas que Sergio no ha conocido pero que a su
vez son parte de su historia, del devenir de los acontecimientos que le marcan
hoy como lo harán en el mañana. Al fin y al cabo el fútbol no es más que un
reflejo de otras tantas cosas que ocurren a nuestro alrededor, con las que
convivimos, contra las que luchamos, pero que nos marcan hoy y nos definen para
el futuro.
-¡Qué ganas de que empiece ya
la liga, eh papá! –me dice Sergio cuando regresamos camino del coche. No le
respondo más que con una sonrisa.
-¿Te parece que pasemos a
comprar algo de marisco al Dagustín para cenar? –le pregunto cuando ya estamos
en el interior. Responde de manera afirmativa con entusiasmo. Es otra de las
tradiciones que tengo incorporadas cada año cuando renuevo el abono desde hace
diez, es otra especie de celebración, no sólo de que el equipo sigue en
primera, sino de otra que procedo a explicarle-. ¿Recuerdas que cada año cuando
renuevo los abonos del Geta llevo a casa marisco para cenar?
-¡Claro!
-Lo que no sabes es cómo
empezó esa tradición –no necesito mirarle para saber que me observa con ese
gesto suyo tan característico de curiosidad por conocer el máximo detalle de
todo cuánto le rodea-. Fue justamente hace nueve años. La primera vez que vine
a renovar los abonos y que el Getafe estaba en primera división, pero no era
eso lo más importante, era la primera vez que los renovaba y que tú existías,
apenas contabas con unos días de vida, así que decidí sorprender a mamá con una
cena romántica en casa.
-Ya, seguro –dijo en tono
irónico-, lo harías para celebrar que el Geta estaba en primera.
Cuando me giré hacia él
comprobé que me miraba con una media sonrisa burlona y por supuesto con esa
mirada, con la mirada.
Me regalaron tu libro por mi cumpleaños hace menos de 10 días, ¿sabes esa sensación de probar algo que te gusta y hacerlo a tragos pequeños para que no se termine? eso me pasa con tu libro, es mi historia, distinta, pero también parte de aquello que viví, desde otro punto de vista, desde el camino de otra vida, pero en la misma ciudad, Getafe, y con el mismo color en el corazón, el azulon.
ResponderEliminarTe doy las gracias, por emocionarme, por hacerme recordar cómo, dónde y con quien viví los sucesos desde el año antes del ascenso a 2ª división (mi historia por edad, es algo mas corta), pero sobre todo por ser otro de esos motivos por el que sentirme cada vez, si es que es posible, mas orgullosa del escudo que amo.
Gracias por hacerme protagonista del libro... pero sobre todo por hacerme recordar lo grandes que somos.
Con cariño,
@mesther86